Traemos a nuestros días bailes y cantes olvidados, esencia de maestros, que son la raíz. Nos alejamos de las tecnologías inexistentes en el siglo XIX, etapa en la que el Flamenco era verdad, ya que sólo había cante, guitarra, palmas, baile. Los únicos dos ingredientes que usamos son alma y corazón, aderezados con una entrega visceral de los artistas que no cuentan con guion, ni con una composición estructural. La improvisación, la emoción, el sentimiento, eso que llaman “duende”, el flamenco de tú a tú, como decía el gran director Peter Brook “uno haciendo y otro mirando”. Si das verdad el espectador se lleva verdad, si lo das todo no estás obligado a dar más y si te emocionas trasmitirás emoción.
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